De todas las preguntas que me hacen, quizá la más recurrente sea: ¿Eres vegetariano?
La respuesta corta es no. No lo soy.
Y la reacción casi siempre es de sorpresa. ¿Cómo es posible que un budista coma una hamburguesa?
La respuesta larga a este enigma podría alcanzar varios volúmenes y
las implicaciones van desde el pragmatismo hasta la filosofía, densa
como la miel, pero ya existen abundantes lugares y libros que atacan el
tema desde muchos ángulos; todos muy válidos.
A nivel personal lo único que puedo decir es: me gusta la carne, pero
si no la como no pasa nada. Se come lo que hay, excepto el pescado
porque soy alérgico
Independientemente de la inclinación filosófica o ideas sobre el
sufrimiento animal, debemos comer lo que que está a nuestro alcance y
que haya sido obtenido de manera ética; porque cualquier esfuerzo que
hagamos para nuestro sustento y el de nuestra familia, es quizá la más
noble de las actividades.
Hay lugares en el mundo en el que la gente debe comer lo que puede.
Si es un animal, comerán animal. Si son plantas, comerán plantas.
Incluso en el mismo Tibet, la otrora capital del budismo, los habitantes
comen carne debido a que esta tierra venerada es un lugar árido donde
las cosechas prácticamente no crecen.
Y sí, el sacrificio animal puede ser ético y no podemos negar que
gracias a él la humanidad ha llegado a este punto en la historia.
Lo que sí considero un grave error es festejar y disfrutar la
crueldad hacia los animales y, para el caso, hacia cualquier ser vivo.
¿Pero Chocobuda, qué no todos los budistas son vegetarianos?
No lo son. El estereotipo del monje budista herbívoro se creó con la
cultura hippie en Estados Unidos entre los años 60′s y 70′s.
Los monjes budistas comen lo que hay debido a que viven de
donaciones, aunque hay una tendencia hacia el vegetarianismo. Si en la
donación hay maíz, comen maíz. Si hay chorizo, comerán chorizo.
Recientemente me topé con un texto Theravada del budismo del sur de
Asia, investigado por el Maestro Ajahn Brahmavamso en donde dice que el
Buda sí comía carne y exhortaba a sus monjes a comer carne, si es que la
donación la contenía. La única condición era que el animal no hubiera
sido sacrificado para honrar a un monje, porque entonces la muerte de
animal tenía un fin egoísta y no de sustento para varias personas o
familias.
Y esto es lo que yo personalmente creo. Comemos lo que hay, lo que
podemos comprar con nuestras posibilidades. Si alcanza para carne, la
consumimos. Si alcanza para una dieta balanceada, ¡qué mejor!
Lo que hace la diferencia es que siempre debemos tener en cuenta que
nuestro sustento tiene que fundarse en raíces éticas y nunca
menospreciar la vida que ayuda a la vida.