SERGIO "MARAVILLA" MARTINEZ



Entrenar la voluntad

Sergio Martínez se dedicó profesionalmente al boxeo a partir de 1997 -después de un pasado como futbolista, en la posición de delantero- y cosechó un récord de 16 victorias y sólo un empate en sus primeras 17 peleas. Hoy, con 37 años, totaliza 50 triunfos, 28 por nockout, dos reveses y dos empates. El tres veces campeón mundial recordó, en la presentación de su libro, que "cuando tenía 17 años, sentía que podía boxear. Quizás eran sueños, delirios de grandeza. Pero creo que en otra vida fui combatiente o gladiador".



Solitario, insomne y amante de la literatura, Martínez insiste en no olvidar un pasado en el que sufrió numerosas mudanzas, la falta de un plato de comida y las vicisitudes de un espacio urbano hostil en el que debía incluso soportar el maltrato de jóvenes violentos que veían, en su físico delgado y su rostro aniñado, una víctima propiciatoria en la que descargar su ira. Ni siquiera en aquellos momentos, asegura, se sentía derrotado. "Era como estar tomando envión. Pensaba: 'Ahora es así, pero en cuanto me dejen la posibilidad, me como el mundo'. ¡Y, de hecho, está saliendo genial!", exclama, entre risas. Quizás por eso disfruta, en la actualidad, de visitar hospitales y colegios -sobre todo en Estados Unidos-, donde aprovecha para compartir experiencias e inspirarles sueños de campeón a los más chicos: "A veces me veo reflejado en muchos de ellos. Me gusta transmitirles que sigan siendo niños, que no dejen de disfrutar de ese momento porque ya no vuelve. Que vivan a pleno". Martínez, quien a pesar de todos los contratiempos nunca interpretó el rol de víctima, afirma que esa actitud le sirvió: "Creo que el mirar siempre hacia adelante hace que no me quede cómodo en el barro. ¿Para qué, si la vida está adelante?".



¿Cuál es su principal fortaleza en el ring?

Creo que lo menos importante en mí es la técnica. Siempre digo que lo menos importante en el boxeo son los golpes. No importa el perfeccionamiento que tengo en cada movimiento sino saber manejar el momento. El boxeo se mide en tiempo y distancia: ahí ya queda totalmente descartada la técnica. Y me siento muy cómodo en ese escenario. Por eso tengo la guardia en la cintura o en la rodilla: manejando la distancia como tengo que manejarla y aplicando el golpe en el momento justo, ya es suficiente.



Mens sana in corpore sano

"Para trabajar soy muy estructurado y muy, pero muy, exigente. Sobre todo, autoexigente", revela en su doble rol de boxeador y empresario. Es que, si bien "quiero que el equipo responda, soy más duro conmigo mismo. Y creo que eso es algo positivo porque, siempre que sea de esa manera, voy a seguir superándome", deja en claro Maravilla. Su entrenamiento cotidiano suele iniciarse por la mañana: corre unos 45 minutos, a los que suma elongaciones y abdominales que no superan los 500 diarios.
Por la tarde, practica boxeo durante poco más de una hora y media. En cuanto a la alimentación, mantiene una dieta equilibrada en la que abunda la carne ("como mucha, como todo argentino") y casi no existen las opciones fritas ni las dulces. Distinta es la preparación física cuando se acerca un combate: durante los 8 meses previos, Martínez se ejercita más intensamente. A modo de referencia, vale decir que suele realizar entre 1.200 y 1.500 abdominales cada día.



¿En qué puede beneficiar el boxeo a una persona que no lo practica de manera profesional?

Lo más importante que hizo por mí el boxeo fue darme temple, porque uno tiene que saber tomar decisiones justas. Me dio el carácter para asumir las responsabilidades y tomarme con la seriedad necesaria lo que es serio y con humor el resto de la vida. Sin el boxeo, creo que sería otra persona. Pienso que a cualquiera le puede servir de la misma manera si lo toma con la misma filosofía que yo. Lo mejor que alguien puede encontrar en la práctica del boxeo, sea hombre o mujer, es el equilibrio interno, que te forma. A la gente que es muy tranquila, le eleva la autoestima; y a los que son muy acelerados, que vienen con mucha fuerza y potencia, les da un golpe en la frente. Porque el boxeo pone a todos en su sitio. En mi caso, era un tipo muy tranquilo, demasiado. Y, con el boxeo, me di cuenta de que tenía un potencial guardado que hasta ese momento no conocía.